
La doble cara del alcohol
Actualmente nadie duda del efecto deletéreo del consumo excesivo de alcohol sobre el organismo, ya que existen innumerables evidencias científicas de que el consumo mantenido de grandes cantidades de bebidas alcohólicas puede dar lugar a un síndrome de dependencia (alcoholismo), con afectación del aparato digestivo (gastritis, pancreatitis), hígado (hepatopatía crónica, cirrosis hepáticas) y sistemas cardiovascular (hipertensión, miocardiopatía alcohólica) y nervioso (encefalopatías, polineuritis, depresión), además de graves problemas laborales (accidentes, despidos) y personales (separaciones, suicidios).
No obstante, el consumo moderado de bebidas alcohólicas y más concretamente el vino se ha ligado a una alimentación saludable (dieta mediterránea) y sus consumidores presentan una menor mortalidad general y cardiovascular y una menor incidencia de factores de riesgo vascular, enfermedades cardiovasculares, trastornos depresivos, deterioro cognitivo relacionado con la edad y enfermedades neurodegenerativas. Parece, pues, que el alcohol tiene una doble cara, buena y mala, triste y alegre, de ahí el interés en fomentar un consumo moderado y responsable dentro de unos hábitos de vida saludales.